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Enseñando a los Niños sobre la Inteligencia Emocional

  • Foto del escritor: Aya Lev
    Aya Lev
  • 4 jul
  • 5 Min. de lectura

Cuando llegué a la edad adulta y me enfrenté a grandes desafíos en la vida, me di cuenta de que la mayoría de las dificultades que experimentamos como seres humanos provienen de cómo gestionamos nuestras emociones. Me sorprendió pensar: ¿cómo es posible que nadie me hubiera enseñado nada sobre emociones? Nunca entendí por qué reaccionaba como lo hacía en ciertas situaciones. Esta revelación despertó en mí un profundo deseo de asegurarme de que mis hijos aprendieran estas habilidades esenciales. Quería enseñarles a reconocer las emociones que surgen en su interior y cómo regularlas de forma eficaz.

En nuestra escuela, la educación va más allá de leer, escribir y las matemáticas. Damos prioridad a la inteligencia emocional como parte fundamental del currículo, porque creemos que comprender las emociones, construir relaciones y desarrollar la resiliencia es tan importante como el conocimiento académico. Cuando los niños aprenden a manejar sus emociones y a interactuar con los demás de forma saludable, se convierten en personas más seguras, empáticas y capaces.


Por qué Importa la Inteligencia Emocional

La inteligencia emocional es la base de una buena comunicación, de la resolución de conflictos, del autoconocimiento y de la resiliencia. El psicólogo Daniel Goleman, que popularizó el concepto de inteligencia emocional, afirma:“Si tus habilidades emocionales no están desarrolladas, si no tienes conciencia de ti mismo, si no puedes gestionar tus emociones negativas, si no tienes empatía ni sabes mantener relaciones efectivas, entonces, por muy inteligente que seas, no llegarás muy lejos.”

Al ayudar a los niños a comprender y expresar sus emociones, desarrollan habilidades que les servirán a lo largo de toda su vida. En nuestra escuela, integramos el aprendizaje emocional en las actividades diarias, permitiendo que los niños experimenten y practiquen estas competencias de forma natural y significativa.

Nuestro objetivo es ayudar a los niños a:

  • Reconocer y nombrar sus emociones

  • Expresarse de manera sana y constructiva

  • Desarrollar empatía y comprender los sentimientos de los demás

  • Resolver conflictos a través de la comunicación en lugar de la frustración

  • Fortalecer su resiliencia y adaptarse a los desafíos

  • Desarrollar una sólida conciencia y autoestima

  • Aprender a regular diferentes emociones de forma efectiva

El Dr. Marc Brackett, fundador del Centro de Inteligencia Emocional de Yale, destaca la importancia de enseñar estas habilidades desde una edad temprana:“Los niños que aprenden a comprender y regular sus emociones están mejor preparados para afrontar el estrés, construir relaciones sólidas y tener éxito tanto académica como socialmente.”


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Cómo Enseñamos Inteligencia Emocional

Empezamos con actividades prácticas. En la primera semana, cuando introducimos las emociones, dedicamos cada día a una emoción diferente. Por ejemplo, el día que exploramos la calma, cada niño construyó su propia “botella calmante” con agua mezclada con aceite, creando un efecto similar al de una lámpara de lava. Podían agitarla y observar cómo el aceite se volvía a unir lentamente, ayudándoles a visualizar el proceso de calmarse. Ese mismo día, creamos un rincón de la calma en la escuela, un espacio acogedor al que los niños podían acudir para autorregularse cuando se sintieran sobrepasados. Al principio, era el profesor quien detectaba cuándo un niño se sentía frustrado o molesto, y le sugería con suavidad que hiciera una pausa en el rincón de la calma. Sin embargo, a medida que avanzaba la semana, los niños empezaron a acudir por iniciativa propia cuando sentían que necesitaban un momento para reiniciarse. Incluso noté el impacto en mi propio hijo—en casa, cuando se enfadaba, buscaba un lugar tranquilo para sentarse con sus emociones hasta que pasaran, en lugar de descargarlas con su hermana.

Otro día nos centramos en la amistad. Cada niño creó su propia tarjeta, y todos los demás escribieron en ella lo que más les gustaba de ese compañero. Los niños adoraban esas tarjetas, y muchos aún las conservan como recordatorio del aprecio y cariño de sus amigos.

El día de la gratitud, los niños escribieron aquello por lo que se sentían agradecidos. Hablamos de cómo apreciar las pequeñas cosas de la vida nos ayuda a sentirnos más felices y conectados. Algunos niños quisieron compartir sus listas de gratitud, y fue muy emotivo escuchar lo que más valoraban—ya fuese la familia, los amigos, la naturaleza o cosas simples como una comida caliente o su mascota. Los estudios han demostrado que practicar la gratitud mejora el bienestar mental, así que, ¿por qué no empezar desde pequeños?



El Círculo de la Mañana: Un Espacio Seguro para Expresarse

Cada mañana, comenzamos el día con un círculo de la mañana, donde los niños comparten cómo se sienten. Utilizamos gráficos visuales de emociones para que los más pequeños puedan expresar sus sentimientos, y animamos a los mayores a ponerles palabras. Esta práctica ayuda a normalizar el hablar sobre emociones y crea una comunidad de apoyo en la que todos se sienten escuchados.


Cuentacuentos y Juegos de Rol

Utilizamos cuentos y juegos de rol para enseñar inteligencia emocional. A través de libros cuidadosamente seleccionados y debates guiados, los niños exploran diferentes emociones, perspectivas y formas de afrontar los desafíos. Las dramatizaciones—como expresar la frustración de forma saludable o cómo apoyar a un amigo—ayudan a practicar habilidades sociales reales.


Resolución de Conflictos a Través de la Comunicación

Los conflictos surgen de forma natural en cualquier grupo de niños, y nosotros aprovechamos estos momentos como oportunidades de aprendizaje. En lugar de limitarse a decir “pide perdón”, les guiamos a través de un proceso de escucha activa y expresión de sentimientos. Les animamos a utilizar frases como:

  • “Me sentí triste cuando cogiste mi juguete porque aún lo estaba usando.”

  • “Entiendo que estés enfadado, vamos a buscar juntos una solución.”

Al enseñarles a expresar sus sentimientos y escuchar a los demás, les ayudamos a construir relaciones sanas y sólidas.


Aprender de la Naturaleza

La naturaleza es una maestra increíble de resiliencia emocional y autorregulación. Observar las estaciones, la paciencia de las plantas al crecer, o la calma de un río, ayuda a los niños a conectar las emociones con el mundo que les rodea. Cuando enfrentan retos en actividades al aire libre—como construir un refugio o trepar a un árbol—aprenden persistencia, resolución de problemas y confianza en sí mismos.





El Impacto en Nuestro Alumnado

Desde que integramos la inteligencia emocional en nuestro currículo, hemos visto transformaciones notables. Niños que antes se frustraban fácilmente ahora respiran hondo antes de reaccionar. Las amistades se han fortalecido porque los niños aprenden a escuchar y a tener empatía. Han desarrollado un sentido increíble de autoconciencia, y muchos expresan sus emociones de forma más libre y segura.


Reflexión Final

Enseñar inteligencia emocional no consiste solo en impartir lecciones específicas, sino en crear un entorno donde los niños se sientan seguros para expresarse, donde se valoren las emociones y donde cada reto se convierta en una oportunidad de crecimiento. Como afirma el Dr. John Gottman, investigador destacado en psicología infantil:“Los niños aprenden sobre las emociones cuando les ayudamos a ponerles nombre y les guiamos con empatía y apoyo a través de sus experiencias emocionales.”

Al convertir el aprendizaje emocional en una práctica diaria, estamos criando niños que no solo son sabios, sino también amables, resilientes y profundamente conectados consigo mismos y con los demás.

 
 
 

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