El poder de los proyectos personales: crecer a través de la creatividad y la exploración
- Aya Lev
- 13 jul
- 3 Min. de lectura
En nuestra escuela creemos que el verdadero aprendizaje ocurre cuando los niños tienen el espacio para explorar sus intereses y seguir su curiosidad. Por eso, los proyectos personales son una parte esencial de nuestro ritmo semanal—no como una “asignatura” o una obligación, sino como una invitación. Una invitación a sumergirse en algo significativo, a crear desde su imaginación y a descubrir más sobre quiénes son durante el proceso.
Todo empezó con el Monopoly
Un día, un grupo de niños se unió con una idea compartida: “Vamos a crear nuestro propio juego de Monopoly.” Lo que empezó como una sugerencia casual se convirtió en una aventura de varias semanas—y en un ejemplo perfecto del poder que tienen las iniciativas personales.
Comenzaron planificando juntos—hablando sobre cómo debería ser el tablero, qué temática tendría su versión del juego y cómo funcionarían los espacios. Cada niño tenía un rol. Algunos dibujaron el tablero, midiendo y trazando cada casilla con cuidado. Otros lo pintaron, mezclando colores y decorándolo con creatividad y orgullo.
Después llegaron las cartas, todas diseñadas y escritas a mano por los niños. También crearon sus propias fichas con cartón, cada una con mucha personalidad. Finalmente, escribieron una hoja de instrucciones, explicando las reglas con sus propias palabras. Para proteger todo su trabajo, lo plastificaron. Y cuando terminaron el juego, se turnaron para llevárselo a casa y jugar con sus familias.
No era solo un juego. Era una lección sobre cooperación, planificación, escritura, paciencia y compromiso alegre.

Libertad para elegir, espacio para crecer
Ya sea trabajando en grupo o de forma individual, animamos a los niños a encontrar un proyecto que les despierte interés. Algunos deciden hacer puzles. Otros crean juegos de mesa o elaboran libros ilustrados y guías. Cada idea es suya—desde el concepto hasta la creación—y ese sentido de propiedad transforma su motivación.
Estos proyectos les dan la oportunidad de tomar la iniciativa y seguir su propio ritmo. Aprenden que las ideas llevan tiempo, que no todo sale bien a la primera y que revisar y mejorar también forma parte del proceso. Comienzan a entender que completar algo que les importa sienta bien—no porque sea rápido o perfecto, sino porque es suyo.
Les animamos a completar sus proyectos—sin prisas, para que puedan experimentar lo que significa lograr algo con sentido. Esto cultiva la paciencia, la concentración y una confianza tranquila que crece cuando los niños se dan cuenta de que pueden llevar una idea hasta el final.

Aprendizaje profundo a través de la pasión
Uno de los resultados más bonitos han sido las guías que han creado. Algunos niños han escrito guías sobre sus libros favoritos, animales o incluso personajes de anime. Investigan, hacen preguntas y reflexionan sobre lo que más les gusta—ya sea una criatura mágica, un animal de la selva o un personaje que admiran.
Este tipo de trabajo fomenta un aprendizaje más profundo y una mayor comprensión, no solo del tema, sino de cómo piensan y se expresan. Escribir estas guías se convierte en una forma natural de practicar la narración, la escritura informativa, el pensamiento crítico y la presentación artística—todo mientras se conectan con algo que realmente les apasiona.

Más que un proyecto
Detrás de cada proyecto personal hay un trabajo silencioso de crecimiento emocional. Los niños aprenden a gestionar la frustración, a pedir ayuda, a escuchar y colaborar. Sienten la alegría de la independencia y la recompensa de la perseverancia. Aprenden que su voz importa, que sus decisiones influyen en los resultados y que el esfuerzo, en sí mismo, es motivo de celebración.
Y quizás lo más importante, aprenden a seguir su propio camino. Con espacio, confianza y acompañamiento, los niños se convierten no solo en aprendices, sino en creadores, pensadores y hacedores.













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